Santo Domingo.- A la soledad no deseada se le ha definido como “la experiencia personal negativa en la que un individuo tiene la necesidad de comunicarse con otros y percibe carencias en sus relaciones sociales, bien sea porque tiene menos relación de la que le gustaría o porque las relaciones que tiene no le ofrecen el apoyo emocional que desea”. Esta definición implica aquella experiencia en la que una persona se siente aislada o desconectada de los demás, sin que lo haya elegido voluntariamente.
La soledad no deseada es un fenómeno de importancia creciente que afecta más a mujeres (21.8%) que a hombres (18%), y tiene la particularidad de que los jóvenes son los afectados con mayor frecuencia (En España afecta a una de cada cuatro personas jóvenes (25.5%) de entre 16 y 29 años). Rebasada esta etapa de la vida la soledad no deseada va descendiendo progresivamente, pero vuelve a incrementarse significativamente en las personas de 75 años y más.
Tipo de personas más afectadas
Se observa con mayor frecuencia en las personas que presentan alguna discapacidad (Un estudio realizado en España reveló que el 54.2% de los jóvenes con discapacidad sienten soledad no deseada), en personas que han tenido que emigrar de su país en busca de mejores perspectivas económicas (32.5%), en las personas LGTBI (34.4%) y en los afectados con algún trastorno de salud mental (49.8%).
El problema no se trata solamente de sentirse físicamente solo, sino de percibir que no se tienen vínculos afectivos suficientes, significativos o satisfactorios.
Factores desencadenantes
Entre las causas desencadenantes más frecuentes se encuentran la pérdida de seres queridos, la ruptura de relaciones matrimoniales, la jubilación, la migración a un país extraño, enfermedades, sensación de falta de apoyo social o incluso el aislamiento por el uso excesivo de la tecnología.
Consecuencias
La soledad indeseada puede afectar la salud física y el bienestar, ya que favorece el desarrollo de problemas cardiovasculares, debilitamiento del sistema inmunológico, trastornos digestivos, entre otros; también se ve afectada la salud mental por generar ansiedad, estrés, problemas de sueño, depresión y baja autoestima. Esto implica que la calidad de vida en general se ve afectada.
Es importante señalar que algunas personas pueden sentirse solas a pesar de estar rodeadas de gente, mientras que otras pueden disfrutar de la soledad y encontrarla rejuvenecedora. De ahí que sea importante diferenciar la soledad elegida o buscada, que puede ser positiva, ya que la persona encuentra espacio para reflexionar, leer, crear, descansar, etc., de la soledad no deseada, que por lo común genera en la persona sufrimiento y sensación de vacío.
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Factores de riesgo
- Vivir solo/a. Las personas que viven solas tienen mayor riesgo de sentirse solas que las personas que conviven con otras. Este riesgo es más significativo en las personas que enviudan y tienen más de 75 años.
- Eventos vitales, como la pérdida de un ser querido o una separación pueden alterar las relaciones cotidianas de una persona, sometiéndola a una etapa de aislamiento o de soledad, que posteriormente puede superarse o de lo contrario, cronificarse.
- La discapacidad. La incidencia de la soledad no deseada en personas con alguna discapacidad es superior a la de la población en general.
- La salud. Las personas con enfermedades crónicas y debilitantes tienen más probabilidad de sentirse solas o socialmente aisladas.
- Ingresos económicos. Las personas con menores niveles de ingresos tienen una menor seguridad económica, bienestar y peores condiciones de vida, lo que afecta a su capacidad para optimizar y diversificar sus relaciones sociales, factor que influye en la sensación de soledad.
- La discriminación por la preferencia sexual en un medio hostil suele generar soledad.
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Consecuencias socio-económicas
La soledad indeseada favorece un mayor uso de los servicios de salud, especialmente cuando deriva en depresiones o agrava enfermedades preexistentes, como la hipertensión arterial y demás enfermedades cardiovasvulares, lo que incrementa el consumo de medicamentos y a su vez reduce significativamente los recursos económicos de los afectados y limita su integración social.
Cuando la soledad indeseada es producto de acoso escolar los niños o jóvenes afectados pierden interés por la escuela y muchos desertan de ella. Cuando se trata de acoso laboral, la productividad es menor, porque los acosados se mantienen a la defensiva esperando una agresión en cualquier momento. Y en consecuencia, su tiempo de trabajo efectivo es menor.
Los extranjeros que han emigrado a un país diferente en costumbres e idioma, si no logran aprender el idioma e integrarse al medio, son objeto de abusos frecuentes en cuanto al pago de sus labores y objeto de discriminación, lo que favorece la soledad indeseada.
¿Cómo afrontar la soledad indeseada?
Una de las recomendaciones que tienen buenos resultados es procurar reunirse físicamente con amigos y familiares, a compartir momentos gratos. Otras recomendaciones son unirse a grupos o clubes que desarrollen actividades que resulten de interés para la persona, ejercitarse caminando en un parque público donde se pueden entablar amistades con otros caminantes, practicar hobbies o actividades que sean del agrado de la persona. En los casos en que se sienta que la soledad está afectando la salud mental se debe buscar ayuda profesional. Se ha demostrado que asistir a terapia psicológica de manera preventiva protege de la soledad.
Autor: Domingo Peña Nina, médico y abogado
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Excelente, las terapias psicológicas, definitivamente son los mejores recursos que tenemos para ayudarnos a sobrellevar la soledad, el solo hecho de poder hablar con alguien de lo que pasamos ya es una manera de seguir adelante y tratar de mejorar de una forma guiada y saludable.
Comentario sobre el artículo del Dr. Domingo Peña Nina.
La reciente publicación del Dr. Domingo Peña Nina acerca de la soledad no deseada constituye una valiosa aportación para visibilizar un fenómeno que, como bien señala, trasciende edades, condiciones sociales y contextos culturales. La definición que plantea, como experiencia negativa vinculada a la falta de relaciones significativas y de apoyo emocional, nos invita a comprender que no se trata de una circunstancia superficial, sino de un verdadero problema de salud pública y de cohesión social.
El artículo subraya datos reveladores: los jóvenes, lejos de la percepción tradicional de que la soledad es un fenómeno propio de la vejez, son hoy uno de los grupos más afectados. La evidencia de que una de cada cuatro personas jóvenes en España (25,5%) sufre soledad no deseada nos obliga a replantear estrategias preventivas desde la educación, la integración comunitaria y las políticas de juventud. Asimismo, la mayor prevalencia en mujeres, personas con discapacidad, migrantes, población LGTBI o quienes padecen trastornos de salud mental nos recuerda que la soledad no deseada no solo es un estado individual, sino también un reflejo de desigualdades estructurales.
El Dr. Peña Nina describe con claridad los factores desencadenantes —pérdida de seres queridos, rupturas familiares, jubilación, migración, enfermedades o incluso el aislamiento favorecido por el mal uso de la tecnología—, y nos advierte de las graves consecuencias en la salud física y mental: desde problemas cardiovasculares y debilitamiento inmunológico hasta ansiedad, depresión y baja autoestima.
Ante esta realidad, no basta con comprender el problema en el plano personal; es necesario dar un paso más y asumir una responsabilidad institucional y comunitaria. La soledad no deseada requiere:
Políticas públicas integrales que fomenten espacios de encuentro intergeneracional, redes de apoyo social y programas de acompañamiento.
Compromiso del sector sanitario y social, incorporando la detección temprana de la soledad como un factor de riesgo para la salud.
Colaboración con organizaciones comunitarias y del tercer sector, que pueden crear vínculos de proximidad y cercanía.
Educación y sensibilización social, para combatir estigmas y fortalecer la empatía hacia quienes viven en soledad.
La reflexión que nos deja este artículo es clara: la soledad no deseada no puede seguir siendo un asunto invisible ni individualizado, sino un reto compartido que interpela a toda la sociedad. Las instituciones públicas, en particular, están llamadas a liderar un cambio de enfoque, pasando de la reacción asistencial a la prevención y la promoción activa de la convivencia, el apoyo mutuo y el fortalecimiento de los lazos comunitarios.